Sobre mis labios te tendiste,
y fui noche de día en la cuenca
de tu cuerpo vasto.
Ingrávidos bailamos las horas,
mientras un sueño crecía
en la tempestad de tu sonrisa.
–Te amo- me dijiste,
y la espada de tu luz se instaló,
inmortal, en mi alma.
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Hasta mañana, si Dios quiere.
Imagen de Ron Jones. Gracias
5 comentarios:
Este poema, Angélica, es tan sutil, tan lírico, que parece que estuviera hecho para cantar.
Un abrazo
Es bueno regresar y sumergirse en un poema que se desliza en un tobogán perfumado. Abrazos.
Que narrativa mas potente, me hiciste sentir, oler, tocar y volar...mil besos...
Por lo visto esa espada de luz resulta indomable.
Cariños.
Hay lugares junto a los que sentirse inmortal…en un poema tuyo, en el alma de una sonrisa, en el contraluz de las horas encerradas en una caja de música.
Beso
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