
Si existe un minuto mágico cada día, ése es el amanecer en mi montaña. Hoy me elevé hasta su cima, extasiada con los reflejos rojizos que desprendía el alba, confusos entre trozos de azules intensos, antesala silenciosa del despertar del mundo. No fui capaz de imaginar cómo fue que Dios creó tanta belleza. El equilibrio irrevocable de serenidad y esperanza se me hizo nudo en el pecho, y sentí, entregada y con los ojos en alto, que con esos cielos es fácil hacer poesía, entretanto guarde el alma un rayo infinito de luz meridiana procedente del horizonte.
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Hasta mañana, si Dios quiere.
Imagen de Taha Idris. Gracias
7 comentarios:
Esos minutos que tratamos de convertirlos en una eternidad. Abrazos.
wow, que momentos para la reflexión, para divagar, pensar nos regalan esos cielos...
Exquisita y fina sensibilidad por la vida y la naturaleza apreciada Angélica Beatriz.
Un abrazo con especial afecto!
Rico volver desde mi blog: Reflexiones al desnudo
Dos greguerías recién releídas, de Gómez de la Serna:
"La aurora siempre se sorprende de vernos aún vivos".
"Lo más maravilloso de Dios es que creó las cosas sin fórmula, sin boceto ni anteproyecto".
Un abrazo.
Realmente eres una privilegiada al poder disfrutar de esos amaneceres.
Enhorabuena, Angélica.
Un abrazo
He visto esos amaneceres, por medio de tus ojos y tu fecunda imaginación, amiga.
Un beso.
Y hay momentos en que la naturaleza nos sorprende.
¡Saludos!
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