sábado, 12 de diciembre de 2009

El pueblo...


Dedicado a mi amigo José Del Moral De la Vega,
quien conoce muy bien el cariño que se siente por
el pueblo de nuestra infancia.
Recuerdo como un sueño lejano, al que me gusta volver, el pueblo donde mi madre creció. La casa de mi abuelita materna, María, la conservo entre mis más bellos recuerdos, porque allí pasé muchos veranos e inviernos en compañía de mis primos, a quienes veía una vez al año. Sus techos altos y sus paredes anchas, construidas con sillar, la mantenían siempre fresca, salvo ciertos días en que la canícula elevaba el termómetro, y los ánimos de la gente, a más de 45º C. Cuando eso sucedía, los mayores sacaban al patio, por las noches, catres de lona, y acostaban allí a toda la chiquillada. Dormir a la intemperie, rodeada de macetas con flores de colores taciturnos, escuchando el canto de grillos somnolientos, cobijada con el suave titilar de las estrellas y arrullada con el murmullo lejano y silencioso de las almas a punto de dormir, fue sin duda, una de las experiencias más hermosas y llenas de asombro que tuve en mi niñez.

La casa estaba pintada de blanco y tenía muchas habitaciones, todas dispuestas alrededor de un patio central, desde donde se podía adivinar la historia que transcurría en cada una de ellas. Si conocí un desafío cuando era pequeña, ése fue correr con mis primos desde la entrada de la casa hasta la cocina, última habitación, sorteando puertas, cortinajes y muebles con imágenes religiosas, y cuidando de no tropezar con algún escalón, fruto del desnivel inicial del terreno donde se fincó la propiedad.

En el pueblo, la gente se conocía y se ayudaba, y si de vivir la misma vida se trataba, abrazados lloraban sus tristezas y solidarios compartían sus alegrías. Las calles, empedradas de sueños y de glorias desgastadas, eran testigos del aroma que se filtraba por los postigos de las casas cada atardecer, y que deleitaba a quien pasara por allí; el olor, que siempre era el mismo, provenía del café recién hervido, de las tortillas de harinas recién cocidas y de las polcas y los molletes acabados de hornear.
Los paseos, que siempre los hacíamos caminando por la plaza y por las callecitas, con banquetas desiguales y farolas adornadas, eran toda una aventura, sobre todo por el saludo cordial de las ancianitas sentadas en la puerta de su casa saludándonos y preguntándonos por nuestras mamás, y porque mi abuelita nos daba cincuenta centavos para ir a comprar dulces a la tiendita de la esquina, cuyo propietario, Don Natalio Solís, tenía allí un abanico de techo antiguo y un foco que colgaba de él de muy poco voltaje, dando a la tiendita un aspecto que a mí siempre me pareció tristón y solitario.

Todavía recuerdo a los viejitos descansando en las bancas de la plaza, como si fueran estatuas vivientes de mármol; el quiosco al que subíamos mis primos y yo a jugar a “la cerveza”; la nevería con sus sillas altas frente a la barra, y que yo nunca alcanzaba; el misterioso salón de billar "El gato negro"; los dos únicos cines, el Olimpia y el Baldazo, que te ofrecían tres películas por boleto y hasta permanencia voluntaria; la Iglesita de Nuestro Señor San José, donde mis padres se casaron; la escuela primaria donde estudió todo el pueblo, la carretera con sus farmacias, tiendas de abarrotes y de ropa y un hotelito, el famoso motel Don Luis, lugar al que llegaban los invitados “de fuera” en las bodas y bailes de fin de año.

Recordar el pueblo de mi abuelita María es volver, inconfundiblemente, a mi niñez. Me pregunto si existirá en los corazones de la gente un pueblo similar al mío, donde puedan detenerse a recordar y a dar un paseo, dulce y entrañable, al lado del calor y afecto que recibieron en la infancia. Yo espero que sí.

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Hasta mañana, si Dios quiere.

Imagen de la plaza de Sabinas Hidalgo, N.L, cortesía de Méxicoenfotos.com. Gracias

15 comentarios:

Mar y ella dijo...

Retroceder la mirada a nuestra infnacia,es darle a la vida minutos amables ,llenitos de colores.
Un tierno relato y segfuro tu amigo estra encantado con ello.
Besitos


Mariella

fgiucich dijo...

Un bellísimo texto que me llevó a viajar por mis recuerdos infantiles tan parecidos a los tuyos. Gracias por regalarnos tanta frescura. Abrazos.

José Del Moral De la Vega dijo...

Es un honor que me hayas dedicado esta entrada tan linda que has hecho, Angélica. Muchas gracias.
A medida que he ido leyendo tu relato, he ido recordando emociones parecidas que yo guardo de mi pueblo y mi niñez. Y uno se sorprende al comprobar cuánto de común hay entre americanos y españoles; qué iguales son los pueblos, las casas, las costumbres...
Un abrazo

Recomenzar dijo...

No quiero dejar que este año termine sin dejarte un beso Lo mejor para vos

Patricia Angulo dijo...

En mi corazón si existe :)
Mientras te leía yo pensaba está hablando de mi pueblo, está hablando de mi pueblo y cómo puede hacerlo tan bien si su pueblo no es el mío??
Luego me dije, todos los pueblos tienen la misma esencia, se parecen aunque el aroma de tu pueblo huela a café y el mío a tilos.

Hermoso recuerdo, entrañable recuerdo.

Besos.

Micaela dijo...

¡Qué bonito texto evocador de la vida más sencilla y humilde!. Me recuerda mucho al pueblo de mis padres. Un fuerte abrazo.

salvadorpliego dijo...

Grandes recuerdos de la infancia... Si uno pudiera regresar el tiempo!!!

Muy bonito este escrito.

Un placer leerte.

Te recomiendo aceptar mensajes con OpenID pues los que no tenemos cuenta en google se nos complica mas.
Ve en tu perfil.

Salvador Pliego

http://salvadorpliego.wordpress.com/

DE-PROPOSITO dijo...

O desfilar de um rosário de recordações.
Felicidades.
Manuel

BEATRIZ dijo...

Linda Beatriz,
Cómo trae nostalgias festivas este post tuyo. Yo nací en provincia pero la imagen de la plaza, siempre me hace pensar en días festivos con resonancias de campana, puestos, heladerías y mucha gente comprando en las fruterías para el resto de la semana. No hay como las plazas de pueblos hispanos. Un deleite venir.
Un abrazote

Dovhdovh dijo...

Angélica:

No me cansaré de decirlo. Cuando leo tus textos me encuentro con una mujer que no cesa de creer en el amor.

Hermosos recuerdos.

Juan Escribano Valero dijo...

Hola Angelica: A un cuando en mi blog he dejado una felicitación general para todo el que entre en él, con los amigos quiero de forma individualizada expresarles mi deseo de que el espíritu de Amor que nos nace en Navidad sea una constante en vuestras vidas y en la de aquellos a quienes améis.
De todo corazón te deseo MUCHAS FELICIDAD y que cantes muchos villancicos
Un fraternal abrazo
PD. Yo también me emociono cuando llego al pueblo donde transcurrio mi infancia. Muy bonita la foto que añades atu escrito

D. Herque dijo...

Recordar sobre y entre tus recuerdos y pasear entre los renglones mirando aquello que tú ves.

Nos prestas la infancia de un ayer que siempre descansará junto a los viejecitos en los bancos de una plaza…de tu plaza…de nuestras plazas.

Besos.

MentesSueltas dijo...

En estos días, siempre pedimos y prometemos… pues entonces que cada deseo sea una flor, cada dolor una estrella y cada lágrima una sonrisa.

Mis mejores deseos de armonía y paz interior.

MentesSueltas

Verbo... dijo...

Me has hecho vivir y recordar, recordar es vivir.

Un beso.
Feliz Navidad ♥

Fer dijo...

Me encantó tu relato de infancia. Estos recuerdos son de mis preferidos.
Cuando leo sobre el pueblito de tu abuela es como pensar en los pueblos de mi provincia, con las plazas y los paseos por sus callecitas... Creo que los pueblos tienen esa magia de ser así más allá de cualquier frontera.
Un besote amiga